En estos tiempos de pandemia, se habla mucho de cuidarse. Cuidar la salud de tu familia, cuidar los ambientes en los que vivimos, restringir las salidas innecesarias del hogar y todo aquello que nos pueda poner en riesgo de contagio o peligro. Sin embargo, debemos tener en cuenta que lo más importante, es empezar a cuidarse uno mismo. Tal vez durante nuestros primeros años no nos preocupa mucho este aspecto esencial de la vida, pues, por lo general, contamos con los cuidados que nos brindan nuestros padres; pero en la medida que crecemos, que nos volvemos más autosuficientes, dependemos de nosotros mismos para estar bien. Y estar bien implica: estar saludables física y mentalmente, contar con el amor de una familia, tener amigos de confianza, asistir a lugares que son seguros para aprender, divertirse y para vivir nuestra fe.
El cuidado de uno mismo también implica salud física, mental y espiritual. Cuando realmente te preocupes por ti, te asegurarás de comer sano, ejercitarte físicamente, descansar lo suficiente, establecer relaciones interpersonales sanas, conocer y vivir tu fe. A veces estamos tan ocupados que nos olvidamos de cuidar a la única persona que nos acompañará toda la vida: uno mismo. Por lo tanto, es indispensable cuidar de uno mismo para poder cuidar de los demás.
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