“Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes.”
Esta frase inicial de la primera lectura resume el mensaje de este domingo. El Dios en quien creemos nos quiere vivos, nos quiere felices, nos quiere saludables. Como un padre que ama a sus hijos, y no quiere verlos sufrir, así es como Dios quiere ser reconocido. Y de la misma manera Jesús actúa a favor de la vida, en el relato de san Marcos, donde realiza dos milagros a favor de dos mujeres. El primero para una mujer considerada impura a causa de su hemorragia que padecía desde hacía doce años. El otro a favor de una niña de doce años, recién fallecida. La primera busca desesperadamente la ayuda de Jesús por sí misma, está luchando por su vida. La segunda, es su padre quien suplica por la ayuda de Jesús. A pesar de la diferencia de edad, hay algo que tienen en común y esto es la Fe que hace posible el milagro.
Jesús no se muestra indiferente ante el dolor y la vergüenza que siente la mujer descubierta en público por haberlo tocado, buscando su curación en secreto… Tampoco es indiferente a las súplicas de Jairo, quien, además, es jefe de la sinagoga…Y cuando todo parece perdido, encontramos estas frases llenas de consuelo: “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad”. Y a Jairo: “No temas, basta que tengas fe”.
¿Qué podemos aprender nosotros de estos relatos? ¿A quién recurrimos en momentos de dificultad? ¿En quién ponemos nuestra confianza? ¿Nuestra fe es lo suficientemente fuerte para sostenernos en medio de las pruebas de la vida?
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