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En este Evangelio Jesús nos hace una exhortación: “No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre”. Jesús, aprovechando ese deseo de pan para el hambre del cuerpo, nos invita a que le pidamos otro pan, que él mismo nos quiere dar, y que sacia otras necesidades más radicales y profundas: el hambre de sentido y de salvación.
Así pues, Jesús como buen pastor y maestro parte de las necesidades básicas para guiar pedagógicamente al deseo de las segundas: la satisfacción de las más altas. Se trata de un proceso de purificación de las motivaciones que nos mueven a buscar a Jesús y a recurrir a Dios.
Una vida entregada a la satisfacción exclusiva de las necesidades materiales es limitada. Esa es la vida “pagana” que San Pablo nos invita a dejar atrás para aprender de Cristo, renovarnos en la mente y en el espíritu, vestirnos de la nueva condición humana que él mismo encarna, esforzarnos por lo que da sentido a nuestra vida y la salva, la justicia y la santidad verdaderas.
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