“Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueblos, dice el Señor.”
El texto del profeta Isaías que leemos hoy, es muy importante para entender la universalidad de la salvación. Es decir, que en los planes de Dios no entran unos cuantos privilegiados, sino que su salvación está dirigida a todas las personas.
También el evangelio que narra el encuentro de Jesús con una mujer extranjera, nos invita a abrir nuestro entendimiento, a dejar atrás los prejuicios sociales, raciales o culturales, y a reconocernos todos como hijo de Dios.
En nuestros días, aun viviendo en un mundo globalizado, no dejan de levantarse barreras entre los pueblos y naciones, entre distintos grupos, aun dentro de las mismas comunidades cristianas. La actitud cristiana habría de ser de aceptación y acogida, pues ésa es la actitud de Dios. Todos somos hijos de Dios, y queremos la felicidad de todos. Él llama a todos a su casa, y quiere que esta su casa sea de oración para todos. Ya sabemos que Dios es el Padre de todos; creemos y proclamamos que Jesús murió por todos y cada uno de nosotros. --- Sin embargo, ¿es ésa la realidad? Pidamos al Señor de todos que nos ayude a quitar toda discriminación y que con él nos abramos a los demás.
"Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueblos". Que ojalá haya espacio en esta casa, es decir, entre nosotros, en nuestras comunidades cristianas, para todo ser humano, sea cual sea su raza o su clase social, su cultura o educación.
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