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sandraalvaradocsm

XXI Domingo del Tiempo Ordinario. Reflexión de la Palabra de Dios.


Según el recuento de Mateo, no fue simplemente por suerte que Pedro proclamó la respuesta correcta, o que en el momento oportuno compartió en voz alta su creencia personal sobre Jesús. Para Jesús, la respuesta de Pedro fue una señal de que el Espíritu Santo estaba con él. La susceptibilidad de Pedro a las manifestaciones de la gracia era mucho más importante que la idea de que podría ser lo justamente inteligente como para reconocer completamente a Jesús. La inteligencia fue lo suficientemente capaz…, pero hasta ahí, pero la capacidad de canalizar la inspiración divina era lo que Jesús estaba buscando en un líder.


Se puede decir mucho de lo que Pedro no era. De que su fe flaqueó en momentos de crisis, como cuando trató de caminar sobre el agua. De que le faltó valor para enfrentar su duda en el asunto de comer con los gentiles, en el libro de Hechos. De que no podía ser confiado por su lealtad, esta era una mancha en su persona por su negación histórica de Jesús. Pedro era tan capaz de obtener la respuesta tan equivocada, al igual que espectacularmente correcta.

Es obvio que Pedro no fue elegido para dirigir la iglesia porque era perfecto. Su nombramiento no llegó como resultado de sus fortalezas, más bien fue una elección a pesar de sus debilidades. Lo que hizo de Pedro una buena elección, la elección principal, es que el Espíritu Santo demostrablemente podía actuar en él.


Las instituciones de formación de líderes religiosos pueden desanimarse a causa de las implicaciones en su proceso de discernimiento para elegir candidatos idóneos, y también los consejos parroquiales pueden desconcertarse sobre cómo poner en práctica el hecho que el Espíritu trabaje en ellos. La capacidad de dejarse guiar por el Espíritu Santo sigue siendo el mejor criterio para elegir el liderazgo en la iglesia hoy en día.


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